El go es el juego de estrategia y de inteligencia más antiguo y fascinante de cuantos hoy día se conocen y practican. Comparable con el ajedrez, constituye un valioso instrumento educativo y una alternativa de ocio extraordinaria.

EL JUEGO DEL GO: FILOSOFÍA SOBRE UN TABLERO
En los países occidentales suele creerse que no existe ningún juego de inteligencia superior al ajedrez. Esto es debido a que aún no se conoce lo suficiente el go.

El go es un juego de inteligencia en el que no interviene el azar; sin duda, el más antiguo y fascinante de todos los juegos de mesa y de estrategia que hoy día se conocen y practican.
Llegado de Oriente, donde nació hace más de 4000 años, en su origen está directamente relacionado con la educación, pues cuenta una leyenda china que fue inventado por el mítico emperador Yao para instruir a su hijo.
Sirve para desarrollar la imaginación, la creatividad, la capacidad de concentración, la capacidad de discernimiento, el sentido de la armonía, de la proporción y de la estética; por eso, en la antigua China fue una de las llamadas cuatro artes, junto a la pintura, la caligrafía y la música.
Quizá resulte difícil entender lo que es el go porque, realmente, no se parece a ningún otro juego. El go es un juego natural, abstracto, sutil, lleno de lógica y sentido común. Es también una vía para percibir lo efímero de la existencia y tomar conciencia de una realidad diferente, más allá del tiempo y el espacio. Por eso, no es casual que esos seres tan especiales del taoísmo llamados Inmortales, aparezcan en muchas representaciones jugando al go. Y es que la idea de inmortalidad está presente sobre el tablero: cuando un grupo de piedras está vivo, significa que es indestructible, invulnerable, es decir, inmortal.
Para jugar al go sólo se necesitan un tablero y piedras. El tablero debe tener una cuadrícula o rejilla de 19x19 líneas, y las piedras o fichas deben ser redondas, 180 blancas y 181 negras. A pesar de su simplicidad, estos elementos constituyen un profundo lenguaje simbólico. El cuadrado representa la materia, el mundo material, la Tierra. Y el círculo representa lo espiritual, el Cielo. El círculo sobre la intersección representa la rueda con su centro que, a su vez, es el centro de la cruz: el quinto elemento, la conciencia. El negro y el blanco representan la dualidad, como en el símbolo del yin y el yang, la pareja a partir de la cual todo nace.
La imagen de un tablero lleno de piedras sugiere también las formas de la Naturaleza, la llamada geometría fractal, en la que dentro de un aparente caos se esconden reglas matemáticas muy precisas.
El go desarrolla la visión de conjunto, la visión global, y permite comprobar que el excesivo localismo, particularismo o egoísmo conducen al fracaso. Cada nueva piedra cambia la situación sobre el tablero, y el jugador debe aprender a reconocer y valorar constantemente los cambios.
El go integra la actividad de ambos lados del cerebro: el izquierdo, que pone en juego la capacidad analítica, y el derecho, la capacidad creativa, constituyendo además una auténtica prevención contra las enfermedades mentales.
El tipo de inteligencia que exige el go pone en juego, además, cualidades humanas: prudencia, valentía, tenacidad, serenidad... Por eso, no existen programas informáticos que jueguen bien al go, ni tampoco un ser humano puede jugar bien de forma maquinal. El go es, por tanto, un juego netamente humano, y la partida equivale a una conversación en la que ambos jugadores van mostrando sobre el tablero, incluso los aspectos más íntimos de su personalidad. Por eso, en Japón le llaman “shudan”, que significa: lenguaje sin palabras, entenderse sin palabras, “hablar sin hablar”.
El adversario debe ser tenido en cuenta siempre, pues en cierto modo, la partida de go es una construcción en la que dos oponentes, aun sin proponérselo, cooperan en la producción de una obra que puede satisfacer tanto al ganador como al perdedor.
En cierto modo, el go es un extraordinario laboratorio de aprendizaje. El juego nos enseña a ser audaces y, a la vez, prudentes. La conducta muy atrevida o ambiciosa es tan peligrosa como la muy temerosa o conservadora; no debe atacarse tanto que, por ello, se descuide la defensa; sin embargo, el exceso de precaución no permite ver las oportunidades cuando se presentan, y ocasiona la pérdida de iniciativa en el juego. El go nos enseña a ser perseverantes en el desarrollo de un proyecto, pero también a saber cambiar a tiempo de estrategia; no se debe actuar rígidamente, insistiendo en ideas que pierden validez al cambiar la situación; no hay que seguir luchando por lo que está perdido, pero, al mismo tiempo, no hay que abandonar nunca la lucha hasta que no se haya agotado la última esperanza.
Y ese aprendizaje conlleva siempre la búsqueda de equilibrio. Las piedras no deben estar ni muy concentradas ni muy dispersas. A menudo, lo rodeado se hace rodeador; lo muerto, vivo y lo vivo, muerto. Finalmente, la victoria puede obtenerse por la acumulación de pequeñas ventajas, aunque a veces es necesario arriesgar todo en una batalla decisiva. Es indudable la belleza de este dinamismo y lo emocionante de estas transformaciones.
El go apasiona y cautiva porque es algo que uno mismo va descubriendo a medida que lo practica. Pero, pasado cierto tiempo, se produce un descubrimiento sorprendente: el go y la vida se parecen. Como la vida, el go es dinámico, profundo y misterioso. Nos muestra que siempre hay algo más allá que aún no vemos pero podemos descubrir. Por eso acrecienta el sentido filosófico, el sentido innato de búsqueda en todos los seres humanos. Búsqueda de equilibrio y armonía, búsqueda de la belleza abstracta que se oculta detrás de todas las formas, búsqueda de conocimiento. Y, tanto sobre el tablero como en la vida, ese conocimiento es el que nos hará verdaderamente libres, pues será el que nos permita elegir correctamente nuestros movimientos y actos.
De esta forma, el go se convierte también en una vía de perfeccionamiento moral, consistente en buscar siempre la mejor jugada, lo más correcto, la mejor manera de actuar.
La difusión del go en Occidente va siendo cada vez mayor, y la belleza del juego ha servido de inspiración en la literatura y el cine. Son conocidos algunos libros que hablan del go: Shibumi, Jian, La jugadora de go, Chung Kuo... Y hay también algunas películas en las que aparece el go: “Pi, fe en el caos”, y “Una mente maravillosa”, basada en la vida de John Nash, premio Nobel en 1994. Es llamativa la compleja reacción de Nash, en la película, cuando pierde una partida de go.
Poco a poco es mayor el número de occidentales que aceptan este legado de Oriente. Sin embargo, está pendiente aún la recuperación del valor que tradicionalmente tuvo en el pasado: su valor cultural, artístico y filosófico. Un valor que permitirá al hombre occidental utilizar el juego como vía de superación personal, un valor por el que los japoneses hablan del Kido: “la vía del go”.
Haber atravesado los siglos con unas reglas de juego muy sencillas y casi invariables le otorgan el sabor de lo clásico: viejo y nuevo a la vez, no sujeto a modas, siempre atractivo. Si es cierto que vivimos en la llamada “civilización del ocio”, con muchas horas de tiempo libre a nuestra disposición, el go se nos presenta como una extraordinaria alternativa de ocio, para cualquier persona de cualquier edad; barata, limpia y ecológica. Un verdadero reto para quienes no nos conformamos con las diversiones pasivas habituales, sino que buscamos ocio de calidad, donde poner a prueba nuestras capacidades y desarrollarlas. Una preciosa alternativa a la telebasura, al consumismo, a la delincuencia y a tantos otros problemas de nuestro tiempo.
Por todo ello, podemos afirmar que el go es algo más que un juego. Eso recóndito, misterioso y atractivo, eso que hechiza del go, eso que todo ser humano busca aun sin saberlo, no es otra cosa que el conocimiento, pero no un conocimiento meramente académico, sino el conocimiento profundo de las leyes de la vida y de la Naturaleza, el conocimiento universal que todo ser humano, de cualquier época y lugar, necesita y quiere aprender. Esta es la natural relación del go con la filosofía –entendida esta en su sentido tradicional y etimológico: amor a la sabiduría–, y esta relación produce el verdadero descubrimiento del juego, que nos muestra así su aspecto más profundo y su magia. Magia que, en definitiva, es la que ha motivado la pervivencia del go durante miles de años y garantiza su existencia en el futuro.
Miguel Ángel Antolínez
BIBLIOGRAFÍA:
El go, un juego oriental milenario. Editorial NA, Miguel Angel Antolinez 1998
El Cercado, de Ambrosio Wang An-Po, 1970.
Introducción al Go. Hilario Fernández Long y Adalberto Moderc. Ediciones La Isla. Buenos Aires, 1983

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