Cuando llega la Navidad, a veces se suele oír: «la celebro porque nos juntamos la familia, pero no soy religiosa o religioso». También, a veces, ante la muerte de un ser querido, no se celebran misas porque no se cree en la religión en la que nos hemos educado, pero se hacen ceremonias especiales de despedida con reflexiones que nos abren a un mundo de misterio. Es normal confundir un sentimiento humano innato con una forma religiosa.
La palabra religión viene del latín religio, formada con el prefijo re-, que indica intensidad y reiteración («de nuevo»), el verbo ligare, que significa ligar o amarrar, y el sufijo –ión (acción y efecto). También el verbo ligare se vincula con la raíz indoeuropea leig, que significa «atar». Así, religión significa unir o volver a unir, pero ¿unir o volver a unir qué?
Todo ser humano, en algún momento, siente que hay algo más allá de la vida o de sí mismo, que, como decía C. G. Jung, da sentido a su existencia, que lo trasciende en altura humana, y que llamamos divino o espiritual porque nos arranca de nuestro egocentrismo ambicioso y nos impulsa a unirnos a ese «misterio».
Nos vinculamos a él una y otra vez cuando, por ejemplo, contemplamos una noche estrellada o un atardecer, al observar a otros seres humanos que voluntariamente dan su tiempo y esfuerzo a los demás, cuando percibimos el milagro de la vida y también de la muerte, cuando escuchamos el viento azotar los árboles en un día de invierno, cuando miramos el paisaje desde la cima de una montaña...
Algo en nuestro interior se encoje y a la vez nos expande al percibir instantes de profundidad y de eternidad, de generosidad desinteresada, actos heroicos y esfuerzo de superación de uno mismo o de lo mediocre, el buscar el sentido de la vida o la muerte y comprenderlos. Estos son realmente sentimientos religiosos, el sentirnos unidos con la Voluntad, el Amor y la Inteligencia con una perspectiva altruista que trasciende lo personal.
Religión es, pues, todo acto que nos une y nos vuelve a unir con lo mejor de nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza, con la vida y con la Entidad Cósmica Inteligente que seamos capaces de percibir, aunque no se ciña a una imagen de una entidad religiosa.
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