¿Qué imagen nos viene a la mente cuando oímos la palabra cloaca? Por lo general, algo poco agradable.
En su origen, su significado estaba muy alejado de la idea que nos hacemos hoy en día. Si bien actualmente deriva de desagüe, esta palabra estaba relacionada con el verbo arcaico cloare o cluere, que significa «purificar» o «lavar». Precisamente en Roma había una divinidad que llevaba el nombre de «Cloacina», diosa de la purificación.
Representaciones de esta diosa aparecieron en cloacas de la antigua Roma y también en sus monedas. Para esta civilización todo tenía un origen divino, que se plasmaba en la materia con la intención de mejorarla o perfeccionarla, pues lo que encarnaba o se revestía de materia se consideraba que ensombrecía esa luz o pureza divina. Esto era vivido como un proceso natural de entrada a este mundo. En consecuencia, era lógico tratar de no ensuciar más dicha materia y espíritu.
Por otra parte, esta palabra se asocia asimismo con la raíz indoeuropea Kleu («limpiar», «lavar»), que produjo también en griego el verbo bañar (Klizo), con cuya raíz se forma el término derivado «cataclismo», que con el prefijo catá- («de arriba abajo») designa en origen un diluvio, una catástrofe por inundación que barre o limpia la faz de la tierra. También podemos recordar que para una purificación moral y espiritual para la conciencia humana se emplea el término griego catarsis, ya usado en las tragedias griegas.
Por tanto, la palabra cloaca señala un sentido, una intención de canalizar los residuos para que no afecten a la salud física, psíquica y espiritual, siempre como obra de una conciencia que sabe para qué y por qué purifica.
LIBRACO