¿Podemos imaginar nuestras vidas sin amor y sin conocimiento? Tenemos, entre otras cosas, dos herramientas que nos permiten ser lo que somos: Humanos. No animales que sienten y aman, sino humanos que al amor le sumamos la mente, dos utensilios fundamentales para explorar en el universo de la sabiduría y hallar la verdad.
En una orquesta, en una película, en una escuela o en una empresa, siempre encontramos la figura del director; en el cine, por ejemplo, se encarga de supervisar todas las funciones necesarias para llevar a buen término el rodaje, pues como decía Alfonso Cuarón, “hasta el asunto aparentemente más nimio puede tener consecuencias extraordinarias”.
Director viene del latín director y significa ‘el que guía en línea recta hacia un punto’. Sus componentes léxicos son: el prefijo di- (‘divergencia’, ‘múltiple’), regere (‘dirigir en línea recta’, ‘poner derecho’, ‘enderezar’, ‘gobernar’), más el sufijo -tor (‘agente’). El verbo regere se asocia con la raíz indoeuropea reg- (‘poder para gobernar’), que se traduce por ‘jefe’, y este del latín caput (‘cabeza’).
Si te preguntara qué relación tienen leer, elegir e inteligencia, ¿qué me dirías? (tic, toc, tic, toc...). Es posible que no sepas que estas tres palabras tienen una raíz etimológica común (leg-)
La palabra 'leer' procede del latín legere, que significa escoger, y la palabra 'inteligencia' proviene del latín intelligentia, compuesta por el prefijo “inter-“ (entre), el verbo legere (elegir, leer) y los sufijos “–nt-“ y “-ia”, que significan agente y cualidad respectivamente; por tanto, 'inteligencia' significa la 'cualidad del que sabe elegir'.
La palabra dragón viene del latín draco, draconis: ‘dragón’, ‘reptil’, pero también ‘guardián o vigilante’, palabra que procede de la raíz del verbo griego «fijar la mirada», «mirar con mirada fija y penetrante»; así, se traduce por «que mira con mirada fija» y hace referencia a los ojos de la serpiente, que carece de párpados y siempre parecen mirar fijamente.
¿Os habéis dado cuenta de que en esta cultura en la que vivimos no hacemos más que competir de forma desleal? En el trabajo, entre amigos, entre conocidos, entre políticos, e incluso entre familiares. Todos competimos queriendo demostrar que tenemos mejores capacidades, y hasta se nos ha hecho normal que, a la vez, dejemos en evidencia al otro con desdén y orgullo.
La palabra competir viene del latín competeré y significa ‘luchar por conseguir un premio’. Sus componentes léxicos son: el prefijo con- (junto, completo) y petere (dirigirse a, buscar, atacar, pedir).
¿Quién podía imaginar que “virus” es un zumo de plantas venenoso? Uno creyendo que nanoparásitos infectaban a nuestras células para perjudicarlas y resulta que es un jugo ponzoñoso.
La palabra virus viene del latín virus, y significa ‘zumo de plantas nocivo para la salud’, o sea, veneno. Se asocia con la raíz indoeuropea *weis-, ‘fluir’, ‘veneno’, y con el griego ios, ‘veneno’.
La telebasura es una forma de hacer televisión caracterizada por explotar el morbo, el sensacionalismo y el escándalo. Por eso la telebasura preocupa a sociólogos, psicólogos, educadores y a toda persona coherente que se da cuenta de que la televisión no educa, ni nos hace mejores, ni más comunicativos como seres humanos.
Tiempo atrás, tener un televisor en casa era signo de prosperidad, de estatus social; hoy es signo de vulgaridad. Podemos ir al hogar más pobre y encontrarnos un televisor de 50 pulgadas de pantalla plana. Hoy, el que no tiene televisor no es que sea pobre, es que es un bicho raro, al que además se lo ve como desvinculado y desinformado del mundo.
¿Cuántos inexorables hay en la vida?: envejecer, morir, enfermar... Pareciera que serían todas aquellas cosas que nada tienen que ver con la intervención humana; por ejemplo, es inexorable que el sol brille y dé calor durante su existencia; es inexorable que los ríos corran hacia el mar; es inexorable que las nubes se descarguen cuando encuentran una corriente de aire que condense el vapor en líquido, etc.
¡Qué curioso! Si alguien nos dijera que somos una máscara, nos podríamos sentir ofendidos creyendo que nos trata de falsos, que mostramos algo que en realidad no responde a nuestra identidad. Pues si somos personas, somos máscaras. Más que serlo, las portamos. Todos ocultamos nuestra verdadera esencia tras una máscara de materia.