ElValorDeLasPalabras Obedecer

¿Qué nos viene a la cabeza cuando oímos la palabra obedecer? La primera impresión es coacción, una fuerza que nos obliga y con la que no estamos de acuerdo, y esto es lo que nos dice la RAE en su definición; pero la etimología es bien distinta, pues la palabra obedecer viene del latín oboedescĕre y significa “saber escuchar”, que se diferencia de oír. Continuamente estamos oyendo cosas, pero solo cuando ponemos atención escuchamos, lo que implica colocar la conciencia en aquello que quiero atender.

Escuchar supone poner en acción otros elementos de nuestra conciencia, como la imaginación y la inteligencia, cualidades que permiten seguir y ver lo que escucho para poder comprenderlo.

Es saber escuchar, porque hay que entender para obedecer, es decir, conocer, lo que supone la libertad de escoger lo que quiero realizar o construir, porque la inteligencia, el saber discernir así me lo dicta.

El que no entiende no obedece y es, entonces, cuando se le puede obligar, porque no entra en razón, como lo hace una madre con su hijo: el pequeño aún no ha desarrollado su capacidad de comprensión de lo que es bueno y malo, no entiende por qué tiene que recoger, o acostarse a una hora, o comer sano, él se deja llevar por sus juegos infantiles y sus deseos, que es a lo que presta oído.

Hay, por supuesto, diferentes tipos de obediencia, pero si nos ceñimos a la etimología, la auténtica obediencia es aquella que se ajusta a la libertad del individuo, porque se la otorga su inteligencia, su conocimiento. Es así como se hace responsable, o dicho de otra manera, se ve obligado a responder a su discernimiento y no se deja llevar por los instintos y deseos que nublan su razón.

Por lo tanto, obedece quien realmente conoce y se deja someter, quien no tiene una mente suficientemente educada para poder elegir con discernimiento. Y tú, ¿obedeces o te dejas llevar?

LIBRACO