susto aburrir

¿Cuántas veces hemos oído la frase “¡me aburro!”? Parece que designa un momento de ociosidad inactiva en la que no estamos entretenidos, o incluso podemos pensar que tiene que ver con los burros, pero lo curioso es que se refiere a un estado emocional. La palabra aburrir viene del latín abhorrere, compuesta de ad (‘sin’) y horrere (‘ponerse los pelos de punta’).

Es bastante llamativo que el estado de aburrimiento sea causado por aquello que no nos pone los pelos de punta, que no nos asusta; es como si tuviéramos que vivir continuamente asustados para no aburrirnos, o tener inyectada adrenalina en sangre para sentirnos activos y vivos y no decaídos y apáticos.

La verdad es que si uno va al cine y no siente cierta tensión emocional que le mantenga la atención, comienza a aburrirse, a sufrir un estado de ánimo producido por falta de estímulos, diversiones o distracciones. Lo mismo sucede con los videojuegos: el ánimo que hay que conseguir es el de excitación; si no, es un juego aburrido.

Pero también es verdad que no hace falta sentirse alterado o asustado para no estar aburrido. Cuanto más necesitamos de un estado de alteración emocional, más propensos al aburrimiento seremos, porque lo veremos todo tedioso.

Hay que subir de nivel, es decir, ponerse por encima de las emociones que necesitan cada vez más de estímulos externos y situarse en aquellas emociones que nosotros mismos somos capaces de provocar: emociones que nos permitan vernos a nosotros mismos, a la gente, al mundo y a la vida con una mirada única y llena de valores que nos den una calidad de vida emocional más auténtica, sin depender de que sea el mundo el que nos alegre la vida.

Necesitamos ser más felices y no tan asustadizos o nerviosos, necesitamos de experiencias que nos llenen como seres humanos, que nos hagan alegres, estables y fuertes; eso sí que no es aburrido.

LIBRACO